domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo 08

Jason llegó a casa de Héctor poco después de dejar a Hannah. Esperaba no encontrarle durmiendo, aunque sabía que no sería así. Héctor siempre madrugaba. Le encontró haciendo limpieza de papeles.
-Debería haber traído la cámara.
-No te burles. Estaba harto de tanto papeleo. La gente normal guarda otras cosas en los cajones del comedor.
-¿Sabes algo de Carlos?
-No lo veo desde ayer. ¿Qué me he perdido?- Jason le contó lo que sabía y creyeron que lo mejor era llamarle, pero él se les adelantó.
-¿Podemos quedar para ir a comer los tres?
-Claro. Jason está aquí. Se lo diré.
-Vale. Donde siempre a las dos.
-Allí estaremos.- cuando colgó, informó de las novedades a su amigo y este llamó a Hannah para decirle donde iba a estar.
-Nosotras vamos a tomar algo fuera.
-Nosotros estaremos en el centro comercial.
-En ese caso, mejor vamos a otro lado.
-Te llamo luego.
-Vale. Te quiero.
-Yo también.- colgó y esperó a que Héctor se vistiera para ir a reunirse con su amigo.
A las dos en punto se encontraron los tres en la sala de máquinas, y pese a que no habían visto a Aïda, estaban seguros de que ofrecía el mismo aspecto que el chico. Escogieron el sitio en el que iban a comer y se sentaron a esperar a que les atendieran.
-Me marcho unos días a ver a mis padres.
-¿Es solo por eso que te vas?- Jason estaba dispuesto a llegar hasta el final.
-Supongo que no. Lo que pasa es que es un buen momento. Hace tiempo que no veo a mis padres y me irá bien.
-¿Te irá bien huir?
-¿A que viene eso ahora?- Héctor los miraba a ambos con los ojos muy abiertos, pero no se atrevía a decir nada.
-Silvia ha llamado a Hannah esta mañana para que fuera a su casa porque Aïda estaba viendo películas tristes, llorando y atiborrándose de helado. ¿Tú que crees?
-No sé que pensar, la verdad.
-¿Por eso sales por patas?
-¿Qué haríais vosotros en mi lugar?
-Eso depende. Aun no nos has contado lo que ha pasado.- después de contarles todo, ambos pensaron la misma pregunta.
-¿Qué vas a hacer?- preguntaron a la vez.
-Por una parte sé que quiere estar conmigo, pero ya me he cansado de rollos. Quiero que Aïda y yo seamos algo más que eso.
-Ella también.
-Si, pero sin las complicaciones que supone mantener una relación.
-Si realmente está tal y como dice Silvia, no creo que esté jugando- Héctor no quiso dejar que se marchara sin decirle lo que pensaba.
-Supongo que no.
-¿Cuándo te vas?
-Cuando nos vayamos de aquí.
-Entonces no vas a estar cuando yo me vaya el lunes.
-No, pero estaré cuando vuelvas.
-¿Así que me quedo solo?
-Tienes a Silvia. Yo no hago más que pensar que Hannah va a quedarse aquí y me vuelvo loco.
-Mejor será que pidamos.

Las tres amigas alzaron sus bebidas y brindaron por lo que fuese que les deparase el futuro.
-¿Creéis que volverá?
-Pues claro. Tienes que aprender a pensar las cosas un poco antes de decirlas.
-Eso lo sé. Me guío por lo que siento en ese momento, por lo que siente mi corazón.
-Eso no es del todo cierto. Te guías más por tú cabeza. Si tú corazón fuese el que te dicta las acciones, te comerías el orgullo y Carlos y tú estaríais juntos.
-Es duro, pero cierto.
-¿Tú quieres estar con Carlos?
-Ya os lo he dicho. Quiero estar con él, pero si alguna vez conocemos a otras personas no quiero que ninguno de los dos sufra.
-¿Eres consciente de lo que sentís él uno por él otro?
-Si. Sé que él siente algo que no había sentido antes y puede que tenga razón y que estar separados un tiempo nos vaya bien.
-¿Y te crees de verdad lo que me estás diciendo?
-No.
-Bien. Al menos lo reconoces. ¿Qué pasará si vuelve y solo quiere que seáis amigos?
-Tendré que hacerme a la idea.
-¿Y si conoce a otra? Porque puede pasar.- Silvia no había dicho nada hasta el momento porque Hannah llevaba la conversación a su terreno. Una vez llegados a donde querían, empezó ella con el interrogatorio.
-Me tiraría por el primer puente que encontrara.
-¿Por qué?
-Porque nadie me había echo sentir nunca tan especial.
Por fin había dicho lo que sentía de verdad, así que Hannah se despidió.
-Chicas tengo que irme. Mis padres me están esperando impacientes y muertos de curiosidad.
-Tú tranquila. Ya verás como les gusta la idea de ser abuelos.
-Estoy tranquila. Sé que todo saldrá bien.- pagó las bebidas y se fue.
-Me encanta verla llena de vida otra vez.- ambas habían estado muy preocupadas por ella cuando ocurrió lo de Jeremy. Jason la había sacado del pozo sin fondo en el que se hundía.
-Es increíble como el amor cambia a las personas. ¿Sabes Silvia? Antes creía que nadie conseguiría nunca hacerme sentir así. Carlos lo ha hecho.
-¿Así como?
-Confundida.


-Ten cuidado tío. Llama cuando llegues para saber que estás bien.
-De acuerdo.
-¿Estás seguro de esto?- Jason pensaba que huir no le iba a servir de nada,pero quizá si se iba, Aïda reaccionaría.
-Es algo que tengo que hacer. No sé si me entendéis, pero es la única solución.
-Si crees que saldrá bien, cuentas con nuestro apoyo.
-Gracias.
-No hay de qué. Márchate antes de que sea tarde.
-Que te vaya bien.
-A ti también. Ten cuidado con las azafatas. Me han dicho que tienen las manos muy largas.
-Evitaré darle esos detalles a Hannah por si acaso. Buen viaje.
-Cuidaos. Vigilad a Aïda por mí. Sobretodo que no encuentre a otro.
-Quédate tranquilo. Te mantendremos informado.
-Hasta la vuelta.
-Adiós- los dos amigos se quedaron allí hasta que el coche desapareció a lo lejos.- ¿Y ahora que?
-Te reto una partida al Tennis 2000- era una opción para no tener que pensar que al día siguiente daría el mismo paso que uno de sus amigos y se iría lejos de su chica. Esperaba que Hannah estuviese bien en su ausencia.
-Pero si vas a perder...- además, también era un modo de no pensar que uno de ellos no estaba allí.
-Que va. He practicado.
-Como no sea en sueños...
-¿Así que no me crees?
-No.
-Ahora verás- entraron en la sala de máquinas y allí estuvieron más de una hora.
Ninguno ganó. Mentalmente, Jason se preguntó como le estaría yendo a Hannah con su familia.


Ésta había llegado a la hora en punto para no hacerles esperar. Se sorprendió al ver a su hermana allí, pues la puntualidad y ella nunca se habían llevado bien.
Brittany admitió que se moría de curiosidad por saber a que venía tanto misterio.
-¿Os importa que comamos primero? Estoy muerta de hambre.
-Si lo prefieres así cariño, no nos importa.
-Genial- ayudó a su madre a poner la mesa y a servir la comida, tal y como hacia siempre. Ninguno de los tres notó nada especial en ella. La veían como siempre. Quizá un poco más feliz.
-¿Tiene algo que ver con el chico del que me hablaste?
-La verdad es que también quería hablaros de él, pero él no es el motivo por el que quería que comiésemos juntos.
-¿Y cual es? ¿Vas a casarte o algo así?- eso explicaría porque se la veía tan contenta. Hannah nunca había dejado de creer en el príncipe azul y desde niña que soñaba con la boda perfecta.
Brittany quería llegar al fondo del asunto de una vez. La curiosidad la estaba matando.
-Voy a tener un bebé.- Hubo un momento en que nadie dijo nada, lo que sorprendió a Hannah pues esperaba otra reacción y a los pocos minutos estalló esa reacción.
-¿Quieres decir que tu madre y yo vamos a ser abuelos?
-¿Y yo tía? Dios mío... ¡Voy a ser tía!- se levantó de la silla de un salto y corrió a abrazar a su hermana.- Voy a ser la mejor tía del mundo. Te lo prometo.
-Ya contaba con eso.
-No puedo creer que vaya a ser abuelo. Ya empezaba a pensar que no ocurriría nunca.
-Yo también. Primero madre y después abuela.- miró a su hija mayor con orgullo hasta que se le ocurrió una cosa.- ¿Quién es el padre?
-Jeremy.
-¿No me digas que habéis vuelto?- la sola idea la horrorizaba. No era que Jeremy fuese mala persona. Se llevaban bien, pero sabía que no podía hacer feliz a su hermana.
-No. En realidad estoy con otro chico, que acepta mi situación y quiere ayudarme con el bebé. Cuando le conté a Jeremy y a su novia la noticia ambos fueron muy amables y se ofrecieron a ayudarme en lo que necesitase. Jeremy acepta que va a ser padre y vamos a compartir gastos.
-¿Y el chico con el que estás, es Jason?
-Si.
-¿Quién es Jason?- preguntaron la madre y la hermana a la vez.
-Mi novio.
-¿Desde cuando tienes novio?
-¿Ves como ese restaurante te tiene absorbida? No te enteras de lo que ocurre en el exterior.
-No le eches la culpa a mi pequeño negocio. ¿Cuánto tiempo lleváis?
-Pues casi dos semanas.
-Me parece increíble. ¿Qué tal es?
-Una maravilla.
-Nos alegramos por ti cariño, de verdad.- su madre siempre se emocionaba cuando sus hijas tenían algo importante que decir, como aquel día. La mitad de sus sueños se habían cumplido. La otra mitad se cumpliría cuando Brittany encontrase a alguien que la quisiera por encima de todo.
Terminaron de comer y después las chicas tuvieron que irse. Siempre les apenaba verlas marchar. A veces se olvidaban de que ya no eran dos niñas.
-¿Quieres pasar por casa y sacias tu curiosidad?
-¿Qué quieres decir?
-Pues que creo que Jason está allí y me gustaría que le conocieras.
-¿Vivís juntos?
-Yo no diría eso. Lo que pasa es que se nos hace tarde y volver a su casa es una faena.
-¿Vive muy lejos?
-En realidad, en el balcón de enfrente.
-Debe de ser agotador ir y venir todos los días.- le encantaba burlarse de su hermana, pero se alegraba mucho por ella.- Vamos a conocer a “Romeo”.
Llegaron a casa de Hannah poco después, pero no había nadie. Se preguntó como habrían ido las cosas con Carlos.
Mientras tomaban algo, Brittany insistió en conocer toda la historia de Jason, y en el momento en que empezó a contarla, llegó él.
Cuando Britt le vio no le decepcionó en absoluto. Sabía que podía hacer feliz a su hermana y a su futuro/a sobrino/a con los ojos cerrados.
-Cariño, ella es mi hermana, Brittany.
-Por fin te conozco. Empezaba a pensar que eran imaginaciones suyas- se dieron dos besos y sonrieron. Jason no era como los otros novios de Hannah. Era especial, y lo más importante, le caía bien. Los tres se sentaron a hablar y Jason se interesó mucho por el negocio de la hermana pequeña de su chica. Le hizo toda clase de preguntas y ella se sintió cómoda al responderlas. Hannah les observaba con una sonrisa.
Se habían caído bien, y eso para ella era lo importante.
-¿Cómo te ha sentado la idea de ser tía?
-Aun estoy como en una nube. En fin, siempre supe que llegaría este momento. Me ha pillado por sorpresa.
-A nosotros también, pero yo creo que debe de ser algo increíble vivirlo y me encanta que tú hermana me deje compartirlo con ella.
Les pasó la tarde como si nada y cuando llegó la hora de hacer la cena, ambos insistieron en que se quedara, a lo que se negó.
Quería pasar por el restaurante para ver que tal le había ido a una chica que empezó a trabajar como camarera aquella misma tarde.
-Lo siento, pero de verdad que no puedo. No es que me esté excusando ni nada.
-No te preocupes. Cenaremos otro día.
-Te tomo la palabra. Ha sido un placer Jason, en serio.
-Para mi también lo ha sido. Espero que vuelvas pronto.
-Lo haré. Adiós.- besó a ambos y se fue.
-¿Qué te ha parecido?
-Tenéis cierto parecido. Sino fuese por el pelo podrían confundiros.
-¿Quieres decir que podrías equivocarte y besarla a ella?
-Para nada. Me he aficionado a las pelirrojas. Nunca había salido con ninguna.
-¿Por qué no?
-No me había gustado ninguna.
-Pues como yo. Tampoco había estado nunca con un chico rubio. Nunca me había gustado ninguno. Hasta que te conocí.
-En ese caso, me alegra ser el primero.
-Lo mismo te digo- le miró fijamente y decidió cambiar de tema.- ¿Lo tienes todo listo para mañana?
-Había pensado que podría ir a prepararme la maleta , dormir aquí y marcharme mañana directamente.
-¿Querrás que te acompañe?
-No hace falta. Tenía pensado coger un taxi.
-Prefiero acompañarte yo misma si no te importa.
-Si estás segura, me parece bien.
-Vale. ¿Por qué no vas a prepararlo todo mientras yo hago la cena y pongo la mesa?
-No tardo nada. Te quiero.
-Y yo- cuando Jason se fue, Hannah preparó una ensalada y unos filetes de pollo a la plancha. Mientras se desenvolvía en la cocina, cogió el inalámbrico y llamó a Steven.
-Hola, soy Hannah- el pulso se le aceleró con solo oír su voz.- ¿Recuerdas el momento en que le dijiste a Annette que me concedías una semana de vacaciones?
-Vagamente- aunque lo recordaba a la perfección. Menos mal que ella se negó. No habría soportado una semana sin verla.
-¿Sigue en pie la oferta?- ¿por qué no le sorprendía?
-Supongo.
-Sé que es precipitado pero te prometo que mañana por la mañana terminaré de ordenar mi despacho y no tengo ni una sola visita prevista y...
-¿Cuándo te vas?
-Esta semana.
-¿Ha pasado algo malo?
-No, para nada. Es más bien al contrario.- aquello era peor. ¿Qué decisión tomaría un jefe sin sentimientos de por medio?
-De acuerdo. Al fin y al cabo te la mereces.
-Gracias. No sabes como te lo agradezco.
-Me lo imagino- como amiga- ¿Qué pasa si alguno de tus pacientes necesita una visita urgente?
-Está la otra chica. Ella puede sustituirme.
-¿Bromeas? Cuando te fuiste al médico el otro día se marcharon todos al ver que no estabas. Esas personas te adoran Hannah.
-Hagamos un trato. Si me necesitas de urgencia vendré. De todos modos intenta olvidarte de mí estos días.- como si fuese tan sencillo.- Me voy a Italia.
-En fin. Si vienes mañana nos veremos.
-Vale. Gracias otra vez.- colgó y marcó de nuevo. Está vez llamó a Richard.
-Hola preciosa.
-Necesito un favor enorme.
-Casi me da miedo preguntar. A saber que debe de estar pasando por tu cabecita ahora mismo.
-No te burles. Escúchame porque no se cuanto tiempo tengo hasta que Jason vuelva.
-Tú dirás.
-En una ocasión me dijiste que tu abuelo tenía una casa en Italia, y que al morir te la cedió a ti, ¿verdad?
-Verdad.
-¿Me la dejarías una semana?
-¿Qué se te ha perdido a ti allí?
-Jason. Se marcha mañana por negocios y quería darle una sorpresa.
-No puedo creer que vayas a subirte a un avión. Pensé que te daban miedo.
-Lo que me dan es terror. Quiero hacerlo por él.
-No te había visto nunca así de feliz.
-Quizá hasta ahora no lo había sido.
-Avisaré de que vas.
-Muchísimas gracias. Cuelgo que Jason está a punto de llegar. Hasta mañana.
-Hasta mañana.- cuando colgó, apagó el fuego y esperó hasta que él volvió.
-Te veo muy contenta. ¿Qué estás tramando?- se la veía aun más feliz que cuando se había ido media hora antes y algo le decía a Jason que era por algo más que estaba seguro que no le contaría.
-Nada- fue a la cocina para servir la cena mientras seguían hablando.- ¿Lo tienes todo ya?
-No creo que me deje nada. Quería llevarte conmigo pero me da miedo que me detengan cuando te encuentren en mi equipaje.
-Es imposible de todos modos que yo quepa en una de tus mini-maletas- dijo mirándolas.
-Ojala pudieras venirte conmigo.
-No digas tonterías. Vas a estar muy ocupado. No tendrás tiempo para echarme de menos y yo tengo mucho que hacer aquí.
-Si, pero al menos dormiríamos juntos. ¿Estás segura de querer venir a despedirme? ¿No será doloroso?
-Si, pero será peor si me quedo en casa.- le sabía mal mentirle, pero se moría de ganas de verle la cara cuando fuera a buscarle al hotel en donde se alojaría.
-Hablemos de otra cosa. ¿Qué tal con Carlos?
-Se ha ido. Me parece que ha hecho mal, porque Aïda y él se necesitan mutuamente.
-Es justamente por eso que se ha ido. Aïda tenía que reaccionar y he de decirte que lo ha hecho. Si ellos mismos no son capaces de ver que deben estar juntos es porque no funcionaría.
-Seguro que tienes razón. ¿Cómo os fue a vosotras?
-Pues a parte de lo que te acabo de decir, debo añadir que Silvia no exageraba cuando llamó.
-¿Qué quiere ella?
-Una relación de pareja sin ataduras. No se me ocurre un modo más simple de explicarlo.
-Creo que aunque la idea no le guste, Carlos terminara aceptando. Está loco por ella.
-Yo pienso que Aïda siente más de lo que dice. Esas cosas no pueden
ocultarse.
-Desde luego a ti no.- pero aquello le gustaba.
Conocía y creía en sus amigos, porque nunca la habían fallado y ella nunca se permitiría fallarles a ellos.


Para Carl y Annette fue un día diferente.
-¿Sabes que me gustaría?
-A ver, pide.
-Quiero invitarte a comer, por lo amable que has sido conmigo.
-¿De verdad quieres irte de aquí?
-Tengo que volver a la civilización para al menos cambiarme de ropa.
-Hagamos una cosa. Te llevo a casa, te arreglas, vamos a comprar algo para comer y volvemos. Tú cocinas y yo te miro. Podemos alquilar una película o ver que dan por la tele y hacer el perro hasta la hora de dormir.
-Claro, y de paso vendo mi apartamento y me mudo aquí. ¿Qué te parece?
-Que yo podría hacer lo mismo. Tú te mudas y yo te hincho a tortitas.
-¡Que horror!- dijo haciendo una mueca.
-Yo había pensado retenerte con esa excusa y parece que me he hecho ilusiones demasiado pronto.
-Bueno, igual podrías hacer otro plato que pudiese gustarme.
-Quizá, pero no vas a librarte de cocinar. Me visto y nos vamos.
-Había que intentarlo.
Salieron poco después para la ciudad, pero después de aquella noche, la ciudad quedaba reducida a la nada. Ya no era lo mismo. Aquella pequeña cabaña les había dado en unas horas lo mismo que la ciudad en todos aquellos años.
Carl llevó a Annette a casa, y ella le permitió subir mientras se daba una ducha rápida y se vestía.
Antes de irse, ambos miraron el apartamento, y a pesar de que era acogedor, no era su cabaña. Carl quería que fuese de los dos, porque era con ella con quien quería compartirla, y Annette lo sabía.
Fueron a la tienda que había al lado de la casa de Hannah y compraron lo que necesitaban. Maica les miró con curiosidad. Les había visto muchas veces, pero nunca juntos, sin embargo se les veía bien él uno al lado del otro. No dijo nada, pero algo le decía que acabarían juntos.
-¿Vas a hacerme un plato francés?
-¿Qué tal una tortilla francesa?
-Eso también puedo hacerlo yo, así que no vale.
-¿Y paella a la francesa?
-¿Cómo se hace eso?
-Es un secreto...
-Me arriesgaré. Compraremos algo para el estómago por si acaso.
-Entonces no pienso cocinar.
-Es una broma- dijo pellizcándole el brazo.
-Si, claro- se rió para volver a ponerse seria enseguida.- Oye Carl, ¿puedo contarle a Hannah lo de la cabaña?
-¿Por qué quieres hacerlo?
-Es mi mejor amiga, y sabe que he estado contigo. No quiero tener que ocultarle la mejor noche de mi vida.
-¿Por que no te esperas y le cuentas también el mejor día de la mía?
-¿Hablas en serio? Pensé que como dijiste que era nuestro secreto no querrías que le contase nada.
-Y no quería, pero la conozco y si no puede hacerte hablar a ti, irá a por mí.- ambos rieron al comprender que era cierto. Hannah nunca se metía en la vida de los demás, pero le encantaba que sus amigos le contaran las cosas importantes, y sabía lo importante que era Carl para Annette.- ¿Lo tienes todo?
-Me parece que no me olvido nada. ¿Tienes vino en casa?
-¿Para beber o cocinar?
-Para cocinar.
-Entonces no.
-Lo cojo y ya estoy- tras cogerlo, fueron a la caja para pagar, y a discutir porque ninguno de los dos quería que el otro pagara.- ¿Por qué no puedo pagar yo? Tú compraste lo que desayuné esta mañana y el griego del otro día. Déjame que pague lo que te vas a comer.
-Pero es que no quiero. Eres mi invitada.
-Entonces no cocino.
-Eso no es excusa. Dijiste que me invitarías a comer.
-Pues eso es lo que quiero hacer pero no me dejas.- ambos se miraron y se pusieron a reír. No era más que una discusión tonta de pareja.
-Está bien. Paga.
-Por fin entras en razón. Gracias- Maica les sonrió. Aquello no era más que el principio para ellos y les deseó suerte cuando se marcharon.


Carlos llegó a su destino poco después de las siete de la tarde, cuando ya había oscurecido.
Sus padres se alegraron mucho al verle pero él no era feliz. Aïda no estaba allí. Había echo doscientos kilómetros para estar como al principio. Pensando en ella. Estaba seguro de que si la chica hubiese viajado con él a sus padres les habría encantado, Se enfadó consigo mismo por no poder sacársela de la cabeza, pero solo cuando se encontró a solas en su antigua habitación, supo que no podría.
Su madre llamó a la puerta. Estaba convencida de que algo le quemaba por dentro y quería saber si su sexto sentido como madre, seguía funcionando.
-¿Puedo pasar?
-Claro.
-¿Qué te ocurre hijo?
-¿Por qué las mujeres se empeñan en hacerlo todo tan complicado?
-¿Es por eso por lo que estás aquí?
-Necesitaba irme de allí y pensé que volver a casa me ayudaría, pero acabo de llegar y no hago otra cosa que pensar en ella.
-¿Quién es ella?- ahí estaba el problema.
-Se llama Aïda. La conocí una noche que quedé con los chicos.- le contó toda la historia, omitiendo los detalles sexuales.- Cuando salimos de la tienda aquella tarde le cogí la mano y no le molestó. Después, por la noche dijo que fuésemos solo amigos y después me cogió la mano.
-¿Sabes cariño? A veces el subconsciente nos hace decir o hacer cosas que no queremos, como cuando bebes. Yo creo que eso es lo que le pasa a esa chica. Es como si hubiese estado ebria mientras te decía esas cosas y después ha reaccionado e intentado cambiarlas.
-Esta mañana quería que lo intentáramos, como una pareja pero con las reglas de un rollo.
-Esa es la mentalidad de muchos chicos de ahora.
-Pero no es la mía.
-¿Y que es lo que quieres tú?
-A ella.
-¿Y por que sigues ahí tumbado hablando conmigo?
-Porque huye de los sentimientos. Ya lo pasó mal en su momento. No quiere volver a sufrir.
-Las personas fuimos creadas para vivir y sentir y entre todos los sentimientos que albergamos esta el dolor. Tienes que hacerle ver que no desaparecerá, pero puede hacerlo más llevadero.
-¿Y cual es tu consejo de madre?
-Que no importa del modo que sea. Si la quieres, si quieres estar con ella, tienes que ceder. ¿Cómo vas a renunciar a algo que te hace feliz?
-Hasta ahora nadie me ha abierto los ojos de ese modo.
-Soy tu madre. Es mi trabajo.
-¿Entonces...?
-Vuelve. Te preparare algo de cenar y luego te irás a buscarla.
-Gracias mamá- dijo abrazándola.
-No hay de qué cariño.
Mientras su madre preparaba la cena, él y su padre salieron al porche. Siempre lo hacían antes de las cenas cuando Carlos vivía con ellos.
-¿Así que te vuelves a la ciudad?
-Sí, después de cenar.
-Esta vez debes de haber dejado algo importante para no poder quedarte.
-Lo es para mí, papá.
-Lo entiendo. Yo hice lo mismo con tu madre. Me trasladaron por el trabajo y me fui. Cuando llegué me di cuenta de que no quería estar en ningún sitio sin ella, y volví a buscarla.
-¿Y se fue contigo?
-Nos casamos y nos mudamos. Años después te tuvimos a ti y ahora la historia se repite. Cuando una mujer nos toca el corazón, nos volvemos indefensos gatitos.
-¿Así que gatitos?- les interrumpió la madre.- Vamos a cenar.
Durante la cena no mencionaron a Aïda, pero si a los otros cuatro y también de otras muchas cosas, y cuando se fue, le dieron recuerdos para todos.
De nuevo en la autopista, Carlos sacó el móvil y llamó a Héctor.
-Vaya, ya era hora. ¿Has llegado bien?
-De hecho, estoy volviendo. Voy por la autopista, y no creo que vaya a tardar más de una hora.
-¿Qué significa que estás volviendo? ¿Ha ocurrido algo?
-Si. No era Aïda la que tenía que abrir los ojos, sino yo. No dejaré pasar la oportunidad de estar con ella.
-Estoy alucinando.
-Me hago una idea. Te llamo porque necesito ayuda.
-Pide, lo que sea.
-Llama a Silvia y dile que saque a Aïda de casa. No me importa como lo haga, pero que salga. Nos reuniremos con ellas en el parque del otro día. Cuando llegue te llamaré para que bajes. Te contaré el resto después.
-Ahora mismo la llamo.
-Gracias. No tardaré.


Al final, la paella francesa no había sido nada más que una paella normal echa por una chica francesa.
-¿Decepcionado?
-Al contrario. Estoy encantado por no haberme muerto.
-Eres cruel. No volveré a cocinar nunca más.
-Te picas enseguida. Te estoy tomando el pelo y te invito a pasar otra noche en mí cama.
-¿Te has dado cuenta de lo mal que ha sonado eso?
-Si, ¿verdad?
-Pero acepto. De todos ya me había traído ropa por si acaso.
-¿Y si no te lo hubiese pedido?
-Me habría ido con una decepción tan grande que no la superaría. Tú no te habrías dado cuenta de todos modos.
-No sé porque dices eso.
-He pensado en voz alta- sacó la lengua y sonrió.
-Quiero enseñarte algo.
-¿Vas a taparme los ojos de nuevo?
-¿No te resulta excitante?
-Mucho...- respondió en un susurro. Ayudó a Carl a recoger los platos y a fregarlos para después poder irse.
Carl la ayudó a subirse al coche tras vendarle los ojos, esta vez con un pañuelo, y se pusieron en marcha.
-Estoy seguro de que el sitio te va a encantar. Se ve distinto en esta época. En verano es mucho más bonito, pero no quería que te fueras a dormir sin verlo.
-No puedo aguantar más. Dime que es.
-No quiero estropear la sorpresa. Espera un poco más- cuando el coche se detuvo, Annette no podía contener por más tiempo la emoción. Estaba impaciente por ver aquello que quería enseñarle el chico. Carl le abrió la puerta y la cogió de ambas manos para ayudarla a levantarse y no se las soltó hasta que se detuvieron poco después. Se puso tras ella y le destapó los ojos.
Annette tuvo que taparse la boca para no gritar. Apenas podía contener las lágrimas. Nunca había visto nada tan hermoso y lo que sentía le provocó un vuelco en el estómago.
-Esto es... no sé que decir.
-¿Te gusta?- Annette se volvió hacia él y se arrojó a sus brazos para abrazarle. Carl la estrechó entre sus brazos hasta que ella se fue calmando y se apartó.- ¿Estás bien?
-Lo siento. No pude evitarlo. Esto es tan lindo y yo me siento como una idiota aquí llorando, pero es la primera vez que alguien me trae a un sitio así, y no puedo explicar lo que he sentido. Ha sido increíble.- y lo era. Un poco más lejos de la cabaña, había otro claro. En él había una gran cascada de agua cristalina, y a sus pies, un río. Todo aquello estaba rodeado de un césped verde como si acabaran de plantarlo. Carl le explicó que un poco más lejos, había un campamento de verano.
-Antes pensaba que traerte te alegraría, pero ahora estoy seguro de que no hay nada que pueda ocurrir que te haga sentir nada tan grande como esto.
-Yo creo que si que lo hay- lo miró fijamente, completamente segura de lo que iba a hacer, y allí, frente a la cascada, le besó.
Cuando separaron sus labios, ambos enrojecieron. No dijeron nada pero miraron la cascada y comprendieron que no había nada que decir.
Algo había cambiado. Habían cruzado la raya y ya no podían echarse atrás.
Volvieron a la cabaña en silencio. Hicieron la cena y miraron una película, aunque sin prestarle ninguna atención.
Los dos pensaban que si hablaban de lo ocurrido, la complicidad que habían creado hasta el momento entre ellos, desaparecería.
Cuando decidieron que ya iba siendo hora de irse a dormir, ninguno de los dos se atrevió a moverse.
Annette pensó que debía hacer algo. Aquella situación era incómoda e insostenible. Si no hacia nada, posiblemente no pegaría ojo en toda la noche.
-¿No crees que deberíamos hablar? Está claro que algo es diferente.
-Me da miedo que lo que ha pasado haya estropeado de algún modo nuestra relación.
-¿No pensaste que podía pasar? Sabemos que nos gustamos y debimos ser conscientes de que algo así pasaría.
-No pensé que ocurriría tan pronto.
-Será mejor dejarlo así. Me marcho a mi casa y ya está.- cogió sus cosas y cuando iba a salir por la puerta, Carl la detuvo.- No pasa nada. No debí besarte. No debí dejarme llevar de ese modo.
-Y yo no debí ser tan estúpido. No tienes ni idea de hasta que punto me gustas.
-Quizá no, pero si que la tengo de lo mucho que me gustas tú a mi. Ha sido una locura venir.
-¿Por qué tengo la sensación de que no sientes lo que me estás diciendo?
-Puede que porque no lo sienta de verdad. Venir aquí contigo es más de lo que podía soñar. No pensé que se nos escaparía de las manos.
-No te vayas. Quédate conmigo esta noche.
-¿Eres consciente de que no volverá a ser igual?- asintió y ella aceptó quedarse.
-¿Quieres que salga para que puedas cambiarte?
-No. Quiero que te quedes.
-¿Estás segura?
-Oui.- Annette fue quitándose lentamente la ropa mientras Carl hacia un esfuerzo sobrehumano por no mirarla. Se desvistió con los ojos cerrados imaginando el cuerpo de la chica. Cada curva, cada centímetro de su cuerpo y después se mezclaron varios sentimientos en su interior. Le habían echo sentir un vacío en el estómago, e incluso un leve cosquilleo, pero nunca nada como aquello. Annette deseó volver a la cascada. Continuar donde lo habían dejado. A raíz de aquel beso ya no tenía dudas. Carl no le gustaba, estaba enamorada de él.
Aquella noche tampoco ocurrió nada entre ellos, pero a la mañana siguiente volvieron a despertar en brazos del otro.


-¿Silvia? Tenemos que hablar.
-¿Ha pasado algo? Pareces preocupado.
-Me ha llamado Carlos. Está de camino y viene dispuesto a estar con tu hermana. Necesita que le echemos una mano.
-Tu dirás- Héctor le explicó lo que le había pedido su amigo y Silvia accedió a ayudar. No sabía muy bien como convencer a su hermana para salir. Tenía que ocurrírsele algo, y pronto.
-Nos vemos allí en una hora.
-Allí estaremos- y colgó. Ella misma deseaba que eso fuese cierto. Esperaba que Aïda no se opusiera a salir.- Aïda, voy a salir a dar una vuelta, ¿quieres acompañarme?
-Claro. Voy a por la chaqueta.- que fácil había sido.
-Y yo. He pensado que podemos parar a comprar algo para picar.
-Me parece bien.
-¿Vamos?- cogieron las llaves de casa y se abrigaron bien antes de salir de casa. Aquella noche no hacia demasiado frío, pero había mucha humedad y era igual de fácil resfriarse.
Pararon en una gasolinera y compraron algunos caprichos. Después, Silvia la llevó sin que ella se diese cuenta hasta el lugar del encuentro. Pasaron por delante de unos bancos y se sentaron allí un rato, observando las estrellas, sin decirse nada.


-Estoy debajo de tu casa. Baja.
-Ahora mismo- se subió al coche y le dijo a Carlos que seguramente a aquellas horas ya debían estar en el parque.
-Pues vamos.- Héctor le mandó un mensaje para decirle que fuesen hacia la fuente y que a la hora acordada se marchara, dejando a Aïda allí.


-Ven. Vamos.
-Como quieras- se levantó sin ningunas ganas. Le había dolido lo ocurrido aquella mañana con Carlos. No quería recordarlo, pero no podía. Cuando llegaron, se detuvieron al ver lo hermoso que se veía de noche. Silvia consultó su reloj y comprendió que ya era la hora.
-No puede ser...- dijo rebuscando en los bolsillos y en el bolso.
-¿Qué pasa?
-No encuentro mi bufanda. Estoy segura de que la llevaba.
-Te la habrás dejado en la tienda, o en el banco.
-Cuando salimos de la gasolinera la llevaba puesta. Seguro que ha sido en el banco. Voy a ver si la encuentro.
-¿Quieres que te acompañe?
-No hace falta. Solo será un momento. Vuelvo enseguida. No te muevas de ahí.
-De acuerdo. No tardes.- estar ahí sola de noche no le gustaba nada. Si su hermana no fuese dejándose las cosas por ahí o si Carlos estuviese allí... Ocultó la cara entre las manos y se desahogó.


-¿Qué tal lo he hecho?
-Lo has hecho muy bien. Ten tu bufanda- dijo entregándosela.
-Gracias. Espero que puedan empezar de nuevo.
-Yo también. Todos deberíamos hacerlo.


-¿Por qué lloras?
-No creo que te importe.- estaba dispuesta a enfrentarse a él si intentaba algo. No sabía que se trataba de Carlos.
-Yo creo que sí. Espero no ser la razón de tu tristeza.
-¿Qué haces aquí? Creí que te habías ido.
-Y me fui, pero me obligaron a volver.
-¿Tus padres?
-Si. Me hicieron reaccionar y ver que lo que quiero es estar contigo. No me importa del modo que sea. Si de verdad quieres intentarlo, yo también.
-¿No me pedirás que seamos algo más?
-No- se habían acercado él uno al otro y cuando casi respiraban el aliento del otro, Carlos hizo lo que ambos deseaban. La besó.
Desde detrás de un árbol, Silvia y Héctor miraban la escena llenos de ternura. Viéndolo a su modo, ya había dos parejas de los seis que eran. Héctor se preguntó que ocurriría entre ellos.



-¿Crees que las cosas les saldrán bien?
-Ellos se necesitan. No sé como explicarlo pero lo siento así.- la miró deseando poder decirle que él la necesitaba, pero no se atrevía por miedo a perderla.- ¿Alguna vez te has sentido así?
-Hace tiempo, y a veces pienso que sigo sintiéndolo, aunque no sea lo mismo. Prefiero pensar que no necesito a nadie. Es menos doloroso.
-Sea del modo que sea, siempre se necesita a alguien. Ya sea un hermano, un amigo o un compañero de trabajo- Silvia sabía que aquello lo decía por él. Si se detenía a pensarlo un momento, Héctor era más que un simple compañero de trabajo. Confiaba en él, era su amigo y sabía que podía contar con su ayuda. Lo que no sabía es que estaba preparada para abrirle su corazón y contarle lo de Ángel.
-Puede que si. ¿Te has preguntado alguna vez que será de ti en el futuro? Me refiero a si formarás una familia y esas cosas.
-Antes no creía en eso. Me educó mi padre así a raíz de su experiencia con mi madre, pero si algo he aprendido al conocerte, es que en el fondo, somos dos personas iguales. En estos cuatro meses que hace que trabajamos juntos, he aprendido más contigo que toda mi vida con mi padre.
-¿Qué has aprendido?
-A ser rechazado, y a no ser el único que mantiene las distancias.
-¿Quieres decir que soy la primera chica que no se lanza de cabeza a tus pies?
-Pues lamentablemente si.- llegaron a casa de la chica casi sin darse cuenta.
-¿Irás mañana a despedir a Jason?
-Me gustaría.
-Y a mí. Hannah está un poco más sensible que de costumbre por lo del embarazo y quiero estar con ella cuando Jason suba al avión.
-Entonces nos veremos allí. Gracias por echarme una mano con lo de Carlos.
-Se trata también de la felicidad de mi hermana.
-Hasta mañana preciosa.
-Hasta mañana.- Héctor la besó en la mejilla y después regresó a su casa andando mientras pensaba en la conversación que acababa de tener. ¿Y si Silvia decidía encerrarse en si misma para siempre? No podía permitir que lo hiciese. Estaba seguro de que era capaz de amar, de necesitar...
No tenía dudas acerca de que algo había marcado su vida para que pensara de ese modo.
Por su parte, la chica sentía una debilidad cada vez mayor hacia él, y a veces temía olvidar o traicionar el recuerdo de Ángel. ¿Qué podía hacer? No podía salir huyendo cada vez que sentía que sus sentimientos eran una amenaza a los recuerdos.
Se acostó pensando como podía evitar que Héctor terminara más enganchado a ella. El único modo era ser más fría y distante, pero cada vez que lo hacia se sentía la peor persona del mundo. Además, no era que le hubiese dado muy buenos resultados hasta el momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario